sábado, 16 de enero de 2010

PASEANDO LOS RECUERDOS..., RECORDANDO LOS PASEOS

Un recuerdo, un paseo, una historia, una vida...
Ana nos deja esta lectura para compartirla.
Compartir carrera con Toñy contagia el amor por las historias narradas. Felicidades Ana.

Caía la noche mientras paseábamos por la Plaza de España. La tarde había pasado rápida y entretenida, de tienda en tienda, en busca de algún regalo original. No hacía frío y, a diferencia de las calles comerciales, podíamos pasear con tranquilidad.
Hablábamos y reíamos. La tensión que habíamos tenido en la zona comercial había desaparecido. Ya nada tropezaba con el bastón blanco. Nos daba tiempo a ver y a ser vistos.
¿Dónde está el lago?... -me preguntó-.
Estamos bordeándolo ahora, -fue mi respuesta-.
El brillo de la luz sobre el agua, el silencio, la luna regia en el cielo totalmente despejado… Gente paseando, niños...
¿Por qué lado están los guanches, mamá?...
¿Los recuerdas?
¡Claro!
Recuerdo como corría a esconderme bajo sus enormes pies… Como subía los escalones hacia aquél sitio que había… Era como una puerta…
¿sabes?... No son guanches, son soldados..., ¿recuerdas que tienen una espada?
¡¡¡ ah, sí !!!... Pero tu me decías que eran guanches.
Te gustaban mucho las historias que te contaba y un día paseando por la Plaza te dije que eran guanches... ¿Quieres que te lleve?
Sí… vamos a saludar a los amigos.
La Plaza estaba concurrida. Algunos niños jugaban y se oía el rumor de las conversaciones en alguno de los bancos.
Mamá, ¿son monopatines?
No, son patines.
¡¡Qué divertido!!
¿Quieres patinar?
¿Crees que podría?
¡¡ Claro !! ¿por qué no?
Bueno…, el golpe avisa.
Nos dirigíamos hacia el lugar donde estaban “sus amigos”… El ruido que iba marcando el bastón, en su rastreo, tenía un cierto compás.
¿Qué pasó?
Nada... Es un niño pequeño que lleva algo que va arrastrando.
¿Cómo de pequeño?
como tú cuando eras pequeño.
Ja ja ja.
Cuando nos acercábamos a las estatuas, me preguntó por el reloj del Cabildo. Rápido levantó su cabeza hacia arriba, buscando algo que ya no alcanza a ver.
¿Cambiaron el reloj, mamá?
No, el reloj es el mismo.
Y eso que se ve… ¿son luces o estrellas?
Estuve a punto de contestar que eran luces y de explicarle cómo era la iluminación…, pero sin saber por qué, le contesté:
Son estrellas porque tú las quieres ver.
Sí mamá, pero hasta allá arriba ya no me llega la vista.
Pues míralas y disfruta.
Mamá...
¿Qué?
No me engañes...
¿Por qué?
Mamá...
¿Qué?
Yo soy el único que puede preguntar por qué
¿Por qué?
Te pareces a mí cuando era pequeño…
Así continuábamos nuestro camino hasta llegar a la estatua. Le cogí su mano y le ayudé a encontrarla... Mientras tocaba los enormes muslos, bromeó diciéndole: “Amigo, ¿me recuerdas?... Yo a tí sí. Me servías de refugio para esconderme..., ja ja ja”.
Recuerdos…
Recuerdo verlo correr, montar en bicicleta, bajarse del micro saltando los escalones… Recuerdo sus juguetes, sus lápices, sus creyones…
Recuerdos…
Él dice que es el único que puede preguntar por qué… Ojalá nunca lo haga…
Arco iris de recuerdos..., que en la oscuridad no se ve.

Ana Mengíbar

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